25 de enero de 2010

HESCRITOS DE PESADIYA


SI LO SÉ NO VENGO
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.....Rigoberto Godofredo tenía er estómago en modo bersérker. Le ardía er tubo de escape y sentía un malestá agudo que se extendía por su cabesa, brasos y piernas, para acabá siempre redireccionándose hasia er bajo vientre. Se preguntaba, una y otra ves, qué diablos habría podio comé para sentir un doló tan sumamente desagradable e incómodo. Recordó er basto pote de garbansos indios que había adquirido en aquella extraña tienda ambulante por tan bajo precio, y er delicioso y espeso potaje que había ingerido esa misma tarde, luego de una interminable sesión de cocina solteril. La exótica india que dispensaba en la tienda –tan atractiva como típicamente indómita- le había aconsejao un consumo gradual de los garbanzos, una ingesta responsable y tranquila; pero Rigoberto Godofredo no se caracterizaba por sé un hombre ducho en la mesura y en la vida contemplativa y relajá. Sí, había vertido todo el contenido der pote en la olla y sí, había repetido plato hasta que se hizo patente que, prácticamente, no tendría que fregá la vajilla, de pulida y reluciente que estaba.
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Corrió hasta er cuarto de baño, desabrochándose er pantalón en er trayecto. Se sentó en la taza y se dejó llevar. Pero de allí no salió ná.
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Otra cosa no, pero Rigoberto Godofredo era un experto reconocido en er mundo entero en er curioso y respetado arte der descargar –sin ir más lejos, sus amigos más íntimos lo denominaban er Megaupload o también, aunque en muy contadas ocasiones, er Rapidshare Andaluz-, asín que encontró insólito que allí no pasara ná. Acudió a su mente para reforzá er estímulo que ejercía sobre er sistema parasimpático, aquer que relaja er esfínter interno der ano, pero esa tarde le pareció más bien antipático. Apretó, apretó y apretó, pero lo único que consiguió fue marearse y punzarse las sienes.
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-¡Mardita sea la India misteriosa! –exclamó entre jadeos.
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Harto, pensando que sólo la maña podría con la fuerza, se entregó a la sabiduría zen, sumiéndose ahora en un estado de relax máximo. Er intenso dolor de vientre seguía allí, pero ahora Rigoberto Godofredo revoloteaba alrededor de él como un mosquito o una mariposa. Exhortó a todos y cada uno de los miembros de su cuerpo a que empujaran, a que se unieran en una hermosa comunión celestial y obraran en consonancia. Les ordenó que expulsaran al mal de su cuerpo.
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Vamos, todos a una!
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Hay pocas cosas en la vida de un ser humano que marcan un antes y un después. Dicen que dar a luz es una de esas cosas, al igual que constatar que los seis números que aparesen en la pantalla de tu televisor concuerdan, sin atisbo de fallo arguno, con la combinación de tu boleto de lotería. Pos bien, Rigoberto Godofredo, pese a que no tenía hijos –que le constaran- ni había acertao nunca en ningún sorteo, elevó la satisfacción que sintió tras descargar a los placeres anteriormente mencionaos.
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Salvo er ligero escozor que se aposentaba ahora en su caño inferió, un escozor llevadero, por supuesto, todo había concluido maravillosamente bien. All Right! Se felicitó mentarmente, se dio las gracias por la enhorabuena y, luego de incorporarse para acometé las tareas propias der posparto, se asomó ar fondo de la taza para mofarse de su enemigo abatido.
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Lo que vio le heló los bellos y le puso la sangre de punta...
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¡Había puesto un huevo!
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7 comentarios:

  1. buena historia y pobre rigoberto, seguro se le desgarro el ano jojo

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  2. Normal que acabe con un huevo la historia....¿que podía esperar viniendo de la mente de un alien con....cara huevo?
    Hacia tiempo que no me pasaba por aquí.Perderme durante todo este tiempo estas perlas es mi castigo....
    Un fuerte abrazo her compa.

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  3. Manolo el del superchorizo29 de enero de 2010, 13:40

    Si lo sé no entro... menuda castaña...

    semper troll
    Solid Spam

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  4. curiosa historia, y veo que te estan troleando full, dejalos ser feliz
    semper fi
    SC

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