TESTIMONIOS (+18)

Lo que a continuasión se narra en este bló, no sólo es muuu fuerte, si no que es verdadeiro (sonido de melodía tenebrosa). Espero que los menores que esten leyendo en este momento se extraigan los ojos de las cuencas o, en su defecto, sargan der bló por donde han venío. Es argo exageradamente impactante; tanto, que ar último ar que se lo conté todavía está echando espuma por la boca (en su calle ya lo llaman er Gaseosa ar colega). Es tan increible que seguro que os sarta er antivirus o se os vá la conexión a interne. Estáis avisaos... luego no os quejéis, mamarrashos.

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Todo ocurrió en unos recreativos de mi barrio, hase ya argunos añitos. Era una época mu shunga de la historia española... una época en la que er detective Colombo casi tenía la respuesta a la pregunta: ¿mami, qué será lo que tiene er negro?... una época en la que los obreros chiquetitos de Fragel Rock´s estaban en huerga por explotasión laborá... una época en la que después de vé un capitulito de Goku nos pegábamos de hostias entre nosotros en la calle que eso era pa verlo... en fin, una época de inosensia y de pelados pacharlos.

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Como iba disiendo, todo ocurrió en unos recreativos de mi barrio; un salón chiquetito, con 9 ó 10 máquinas y un puñao de chavalerío regao por allí gastándose los dineros y fumando a escondías. Recuerdo que había mushas máquinas: Estaba er Pang, er Cadillac and Dinosaurs, er Art o Fighting, er Mortal Kombat o una máquina con un bastinaso de juegos a la que tú echabas lamonedita de 5 duros y podías jugá un rato ar Mario 3 o ar Internasioná Track & Field (la máquina era un tangaso del 8). Pero ese día y a esa hora yo estaba dejándome los deos en er Street Fighter II, con un colega mío al lao (como no diremos su nombre, a partir de ahora lo llamaremos Subnorman).

Yo jugaba mu bien a aquella máquina (me pasaba er juego con los ojos vendaos, de espardas y con la recreativa apagá), y aquér día estaba como cuarquier otro, con mis ayuquen y mis sorriuquen, cuando un extraño olor me sobrevino de repente. Era un oló raro, asqueroso, y provenía de argún lugá cercano a mí...

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Yo seguí a lo mío, y Subnorman siguió callao, viendo la partía. Entonces, de súbito, Subnorman apartó su mano de la máquina y la ocultó tras su esparda. Acto seguido la sacó, pero esta vez venía con premio... un premio gordo, diría yo... un magnum avellanado, me atrevería a desí... Así pues, imaginaos la escena: yo luchando contra Blanka y Subnorman con Negra pegá en la mano, con una napolitana de chocolate de cuarto de kilo.

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¿Qué ocurrió a continuasión? os preguntaréis. Pos mu sensillo: a Subnorman no se le ocurrió otra cosa que untar er mojonaso en la pantalla de la máquina (tal cual lo estáis oyendo, con este vocabulario fino fino), y cubrir mi partida de Street Fighter II con lo que había comío ese día. ¿Es asqueroso? un pokémon. ¡Y lo más fuerte es que intentó poné la palabra Hola! Brutal. Tras aquella maniobra de untación por parte de Subnorman, no tuvimos más remedio que huir corriendo como dos carajotes y dejá a Ryu con tó la plastá, pringao de chapapote, negro perdío er pobre. Subnorman se reía, yo me iba cagando en sus castas tor camino.

Así ocurrió. No vorvimos a aparesé por aquel sitio en mucho tiempo, por curpa der pamplina de mi amigo, que había desidio jiñater allí en medio, a las 7 de la tarde de un día normá...

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Un día que nunca orvidaré. Seguro que er dueño de los recreativos tampoco.
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